La fertilidad femenina se va reduciendo a lo largo de la vida de forma inversamente proporcional a la edad, un descenso que se acelera considerablemente a partir de los 35 años. Se trata de un proceso irreversible en el que los hábitos de vida y el estado de salud general pueden tener un papel importante.
La relación que existe entre la edad y la fertilidad femenina es inversamente proporcional: a más edad, menor reserva ovárica (esto es, la cantidad de óvulos de los que dispone una mujer en un momento concreto de su vida).
Aunque se trata de un proceso que se desarrolla de forma progresiva y mantenida a lo largo de la vida, está demostrado que la reducción de la fertilidad es más evidente a partir de los 30 años y se “acelera” una vez cumplidos los 35.
Se trata, por tanto, de una realidad que deben tener en cuenta las mujeres a la hora de planificar el embarazo. Así se refleja en el documento “Edad y Fertilidad”, elaborado por los expertos de la Asociación Americana de Medicina Reproductiva (ASRM). En él se explica que en la sociedad actual, la infertilidad femenina relacionada con la edad es cada vez más común ya que, por razones de distinto tipo (sociales, laborales, económicas…), las mujeres tienden a retrasar el momento de la maternidad.
Los especialistas norteamericanos señalan que, a pesar de que las mujeres son actualmente más saludables y cuidan de sí mismas mejor que nunca, el hecho de disfrutar de una salud óptima en la edad adulta no permite llegar a contrarrestar el declive natural de la fertilidad femenina relacionado con el proceso de envejecimiento.
“Es importante tener en cuenta que, en las mujeres, la fertilidad desciende con la edad debido a la disminución normal de la cantidad de óvulos que quedan en los ovarios; y, de hecho, esta reducción de la reserva ovárica puede producirse mucho antes de lo que la mayoría de las mujeres espera”, apuntan desde la ASRM.
La relación que existe entre la edad y la fertilidad femenina es inversamente proporcional: a más edad, menor reserva ovárica (esto es, la cantidad de óvulos de los que dispone una mujer en un momento concreto de su vida).
Aunque se trata de un proceso que se desarrolla de forma progresiva y mantenida a lo largo de la vida, está demostrado que la reducción de la fertilidad es más evidente a partir de los 30 años y se “acelera” una vez cumplidos los 35.
Se trata, por tanto, de una realidad que deben tener en cuenta las mujeres a la hora de planificar el embarazo. Así se refleja en el documento “Edad y Fertilidad”, elaborado por los expertos de la Asociación Americana de Medicina Reproductiva (ASRM). En él se explica que en la sociedad actual, la infertilidad femenina relacionada con la edad es cada vez más común ya que, por razones de distinto tipo (sociales, laborales, económicas…), las mujeres tienden a retrasar el momento de la maternidad.
Los especialistas norteamericanos señalan que, a pesar de que las mujeres son actualmente más saludables y cuidan de sí mismas mejor que nunca, el hecho de disfrutar de una salud óptima en la edad adulta no permite llegar a contrarrestar el declive natural de la fertilidad femenina relacionado con el proceso de envejecimiento.
“Es importante tener en cuenta que, en las mujeres, la fertilidad desciende con la edad debido a la disminución normal de la cantidad de óvulos que quedan en los ovarios; y, de hecho, esta reducción de la reserva ovárica puede producirse mucho antes de lo que la mayoría de las mujeres espera”, apuntan desde la ASRM.
La respuesta está en los óvulos
El principal efecto del envejecimiento a nivel reproductivo en la mujer es la disminución de la reserva ovárica, un parámetro que se puede determinar mediante un sencillo análisis de sangre y en el que la edad resulta determinante en un doble sentido:
- La calidad de los óvulos. Con la edad, las mujeres tienen menos probabilidades de quedarse embarazadas y presentan más riesgo de sufrir abortos espontáneos en caso de conseguir la gestación debido a que la calidad de los óvulos disminuye a medida que la cantidad de los óvulos restantes se reduce. Un cambio importante que se produce en la calidad del óvulo es la frecuencia con la que se producen las anomalías genéticas, denominadas aneuploidías (presencia de demasiados o de muy pocos cromosomas en el óvulo). A medida que una mujer envejece, sus óvulos tienen cada vez mayor o menor cantidad de cromosomas, lo que significa que, si se produce la fecundación, el embrión también presentará una mayor o menor cantidad de estos cromosomas, lo que se asocia a su vez con anomalías, como el síndrome de Down, y con una mayor probabilidad de sufrir un aborto espontáneo.
- La cantidad de los óvulos. La pérdida de reserva ovárica, inherente al proceso de envejecimiento, implica que la cantidad de folículos que contienen óvulos en los ovarios sea cada vez menor. Además, a medida que disminuye la reserva ovárica, los folículos se vuelven menos sensibles a la estimulación de las hormonas implicadas en la ovulación y en el ciclo menstrual. Como consecuencia de esto, las mujeres con reserva ovárica disminuida tienen menos probabilidades de quedar embarazadas.
Fertilidad femenina y hábitos de vida
Aunque técnicamente no es posible retrasar o revertir el envejecimiento reproductivo, hay una serie de medidas que redundan positivamente en un buen estado de salud y, por tanto, ayudan a optimizar la fertilidad femenina natural.
Así, y según la ASRM, los resultados de los estudios llevados a cabo sobre este tema ponen de manifiesto que la adopción de un estilo de vida saludable puede beneficiar a la calidad de los óvulos. Estas serían las medidas concretas a tener en cuenta para mantener una buena salud ovárica:
- Dejar de fumar. El consumo de tabaco afecta negativamente a la salud de forma integral y a la fertilidad femenina en particular;
- Minimizar la ingesta de alcohol. No existe un consumo mínimo seguro de alcohol, por lo que hay que reducir todo lo posible la ingesta de estas bebidas;
- Disminuir el consumo de cafeína;
- No tomar drogas;
- Reducir el estrés y la ansiedad;
Relación entre peso corporal y fertilidad
El estado de salud en general y los estilos alimenticios en particular pueden impactar en mayor o menor medida en la capacidad reproductiva de las mujeres. Está demostrado que la fertilidad femenina disminuye claramente en las mujeres que son muy delgadas y también en las que tienen sobrepeso.
Para determinar estas categorías se recurre al Índice de Masa Corporal (IMC), un parámetro que se obtiene en función del peso y la altura. Un IMC de entre 19 y 24 se interpreta como normal (normopeso); por debajo de 19, se considera bajo peso; entre 25 y 29, significa que hay sobrepeso, y por encima de 30, se habla de obesidad.
Los expertos de la ASRM comentan que es sabido que un IMC de 19 o menor puede dar lugar a ciclos menstruales irregulares, favoreciendo también que se detenga la ovulación.
También tiene otros efectos que condicionan la consecución de los objetivos de estos métodos: disminuye la respuesta ovárica, empeora la tasa de implantación y de gestación e incrementa la tasa de aborto.
Dieta y alimentación: así pueden ayudar
Tal y como se explica desde la Sociedad Española de Fertilidad (SEF), las pacientes con sobrepeso presentan múltiples alteraciones endocrinas que conllevan una mayor tasa de subfertilidad y esterilidad. Además, estas mujeres pueden desarrollar problemas ovulatorios que afecten directamente a la fertilidad femenina y, por tanto, dificulten la consecución de la gestación. De hecho, se ha visto que incluso con ovulaciones normales, la posibilidad de conseguir un embarazo de forma natural es menor en estos casos.
Asimismo, los especialistas de la SEF inciden en los efectos negativos que el exceso de peso materno puede tener en la descendencia: se sabe que los hijos de madres obesas presentan, a su vez, más riesgo de desarrollar obesidad y otras enfermedades como las cardiovasculares o la diabetes tipo 2 en la adolescencia y en la edad adulta.
En caso de que la mujer tenga sobrepeso y obesidad, y para minimizar los posibles efectos negativos, tanto en lo que respecta a la fertilidad femenina, como sobre la madre y el futuro bebé si se produce el embarazo, desde la SEF se ofrecen los siguientes consejos:
Dieta y alimentación: así pueden ayudar
Tal y como se explica desde la Sociedad Española de Fertilidad (SEF), las pacientes con sobrepeso presentan múltiples alteraciones endocrinas que conllevan una mayor tasa de subfertilidad y esterilidad. Además, estas mujeres pueden desarrollar problemas ovulatorios que afecten directamente a la fertilidad femenina y, por tanto, dificulten la consecución de la gestación. De hecho, se ha visto que incluso con ovulaciones normales, la posibilidad de conseguir un embarazo de forma natural es menor en estos casos.
Asimismo, los especialistas de la SEF inciden en los efectos negativos que el exceso de peso materno puede tener en la descendencia: se sabe que los hijos de madres obesas presentan, a su vez, más riesgo de desarrollar obesidad y otras enfermedades como las cardiovasculares o la diabetes tipo 2 en la adolescencia y en la edad adulta.
En caso de que la mujer tenga sobrepeso y obesidad, y para minimizar los posibles efectos negativos, tanto en lo que respecta a la fertilidad femenina, como sobre la madre y el futuro bebé si se produce el embarazo, desde la SEF se ofrecen los siguientes consejos:
- Seguir una dieta de tipo mediterráneo, variada y equilibrada, consumiendo raciones de menor tamaño y evitando la fast food (comida rápida) y los alimentos ultraprocesados ricos en grasas saturadas, azúcares y sal.
- Disminuir el consumo de grasas en general: embutidos, carnes grasas, mantequilla, comidas preparadas, etc. que son ricas en grasas trans, y snacks, como las patatas fritas, las tortitas…
- Evitar la ingesta de azúcares y dulces (galletas, refrescos, bollería industrial…).
- Consumir diariamente frutas y verduras, y aumentar la ingesta de legumbres y frutos secos. Hay que tener cuidado con los zumos y los batidos de frutas, que pueden aportar una gran cantidad de calorías extra.
- Tomar productos lácteos desnatados o semidesnatados.
- Practicar ejercicio físico. El sedentarismo afecta negativamente al peso y, de manera indirecta, a la fertilidad femenina. Se aconseja hacer ejercicio moderado entre 3 y 4 horas a la semana, ya que la actividad física regular ayuda a controlar el peso y a mantenerlo a largo plazo. Además, hacer ejercicio físico de manera frecuente evita la pérdida de masa muscular, fortalece la salud del corazón, mejora la flexibilidad y el equilibrio, y ayuda al cumplimiento de la dieta, además de mejorar el estado de ánimo.
- Buscar el asesoramiento de un especialista en nutrición. Para controlar el peso es fundamental contar con ayuda profesional y evitar dietas restrictivas que puedan poner en riesgo la salud.